Archivado en la nube: seguridad, costos y mejores prácticas en 2025
Descubra cómo almacenar sus datos en la nube de forma segura y eficiente. Comparativa de costos, beneficios, riesgos y mejores prácticas para proteger su información en 2025.
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LYDIE GOYENETCHE
3/7/20253 min leer


Economía Social, soberanía digital y transmisión colectiva
En el marco de la economía social y solidaria, la transmisión no es únicamente un asunto individual o familiar. Es también una responsabilidad compartida. Las cooperativas, asociaciones y fundaciones que forman parte del tejido productivo de Euskadi entienden la transmisión como una forma de cuidar los bienes comunes, el saber colectivo, el acceso justo a los recursos. Desde esta perspectiva, el almacenamiento de datos no puede reducirse a una decisión técnica o comercial. Es también una elección política y ética.
Optar por una nube soberana, con servidores localizados en Europa y controlados por actores comprometidos con la protección de datos y la transparencia, es un gesto coherente con los valores de la ESS. Frente a los gigantes del sector que externalizan la gestión a países terceros, algunas cooperativas tecnológicas ofrecen alternativas locales y abiertas. Usar OVHcloud o plataformas como Nextcloud alojadas en servidores cooperativos permite mantener la cadena de valor en el territorio y favorecer una gobernanza más cercana.
Para una cooperativa de Mondragón o una asociación cultural de Bayona, almacenar sus datos en una infraestructura comunitaria no es solo una solución técnica, es un acto de fidelidad a su misión. La nube puede ser compatible con el arraigo si se elige desde una lógica de sostenibilidad social, de reciprocidad y de empoderamiento digital.
Huella de carbono del cloud frente al almacenamiento local
Sin embargo, cualquier solución tecnológica conlleva una huella. El uso de la nube, por su carácter global y masivo, plantea una pregunta clave: ¿realmente contamina menos que almacenar los datos en servidores propios?
En términos generales, el almacenamiento en la nube tiene ventajas significativas en eficiencia energética gracias a la mutualización de recursos. Un servidor local en una empresa pequeña funciona muchas veces al 10 o 20 % de su capacidad, mientras sigue consumiendo electricidad, generando calor y exigiendo mantenimiento constante. En cambio, un centro de datos de un proveedor como Google Cloud, AWS o Scaleway, puede funcionar cerca de su capacidad óptima con sistemas avanzados de refrigeración, energías renovables y optimización de cargas.
Según un estudio de Accenture, migrar a la nube reduce las emisiones de carbono en un 84 % de media respecto a una infraestructura local, siempre que el proveedor utilice energías limpias y sistemas de eficiencia energética avanzados. No obstante, este dato se aplica sobre todo a grandes estructuras. En el caso de una pequeña empresa con un solo servidor bien gestionado y alimentado por energía verde local, el impacto puede ser mucho más matizado.
Además, no todas las nubes son iguales. Un almacenamiento frecuente (hot storage) en AWS o Google consume más que una solución de archivado frío (cold storage o Glacier). Elegir el nivel adecuado de servicio según la frecuencia de uso es clave para reducir la huella. Por ejemplo, guardar copias de seguridad mensuales o históricos en Glacier o Backblaze B2 es mucho más eficiente que mantenerlos activos en tiempo real.
En Euskadi, donde las preocupaciones medioambientales están profundamente arraigadas —desde la gestión de los residuos hasta la valorización del kilómetro cero—, elegir una nube respetuosa con el medio ambiente es una prolongación natural de una ética de proximidad. Algunas empresas locales están explorando soluciones híbridas: almacenar los datos activos en la nube, y mantener localmente ciertas copias de respaldo esenciales, en discos duros encriptados y apagados para limitar el consumo.
Hacia una nube justa, eficiente y coherente con el territorio
El verdadero desafío no es elegir entre nube o local, sino articular una estrategia adaptada al tamaño, a la cultura y a los valores de cada empresa. Las cooperativas, las TPE o los agentes del sector ESS no necesitan seguir los modelos de las multinacionales. Necesitan soluciones coherentes, escalables, seguras y comprensibles.
La pregunta no es solo dónde están los datos, sino quién los controla, con qué energía se almacenan, con qué criterios se conservan o se destruyen. Pensar en el ciclo de vida de los datos forma parte de una ética digital que conecta directamente con la sostenibilidad, la transmisión y el respeto por las generaciones futuras.
En última instancia, una nube bien elegida, bien administrada y enraizada en el territorio puede convertirse no en una amenaza abstracta, sino en una memoria ampliada. Un lugar invisible, sí, pero fiable, donde las empresas vascas pueden depositar no solo sus documentos, sino también una parte de su identidad, sabiendo que siguen navegando sin perder el norte.

