Cómo evitar que las encuestas de satisfacción se conviertan en episodios negativos
Descubre por qué tus clientes recuerdan más las experiencias negativas y cómo aplicar las teorías de Piaget y estrategias de marketing para mejorar la fluidez de la experiencia del cliente. Las encuestas y estudios de mercado son herramientas importantes para conocer tu mercado y adaptarte!
MARKETING
Lydie GOYENETCHE
7/18/20245 min leer


¿Por qué las encuestas frustran a tus clientes (y a tu equipo)? Desde Valladolid, una historia de transmisión interrumpida
Valladolid y la palabra interrumpida
En Valladolid, ciudad castellana de cielos intensos y plazas de piedra, el año 1550 marcó un antes y un después en la historia de la escucha. Allí, entre las paredes de un convento dominico, tuvo lugar una de las controversias más emblemáticas de la historia moderna: Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda discutían, bajo el amparo del rey, si los pueblos indígenas de América eran sujetos de razón, capaces de autodeterminación, o si debían ser guiados como niños bajo el poder civilizador de Europa. No se trataba de un simple debate académico, sino de una pugna profunda entre dos formas de entender la palabra del otro. Y cinco siglos después, esa tensión sigue viva. Se ha desplazado de los púlpitos a los cuestionarios, de los códices a las métricas digitales. Pero en el fondo, sigue latiendo la misma pregunta: ¿sabemos realmente escuchar?
Encuestas que prometen vínculo pero siembran distancia
Las encuestas de satisfacción, pensadas como herramientas para mejorar la experiencia del cliente, son hoy omnipresentes. Al finalizar una compra, después de una llamada, al cerrar una sesión online, el sistema nos interroga: ¿cómo ha sido tu experiencia? ¿Recomendarías este servicio a un amigo? ¿Qué tan satisfecho estás del uno al diez? Preguntas simples, aparentemente neutras, que buscan medir algo tan complejo como una emoción humana. Pero muchas veces, estas encuestas producen el efecto contrario al que buscan. En lugar de fortalecer el vínculo, lo debilitan. En lugar de construir confianza, generan frustración. Y esta paradoja merece una reflexión más honda.
El cliente no es un dato: volver al sujeto
Valladolid nos ofrece el espejo simbólico perfecto para iniciar esta exploración. Porque allí, en el siglo XVI, Las Casas no pedía al emperador una tabla de Excel. Pedía que se escuchara el testimonio de los pueblos. No como datos, sino como sujetos. Y esa distinción, hoy más que nunca, es urgente en el mundo del marketing. Cuando un cliente recibe una encuesta, muchas veces no se siente escuchado. Se siente medido. Clasificado. A veces, incluso instrumentalizado. La encuesta no llega en el momento en que más necesita hablar. Llega después, como un trámite. Y si ha tenido una mala experiencia, siente que marcar una casilla no hará justicia a su historia. Ahí nace la frustración.
Neurociencia, emoción y sesgo: una memoria deformada
En psicología cognitiva, sabemos que el cerebro humano recuerda más intensamente lo inesperado y lo emocionalmente cargado. Un solo error puede empañar meses de buen servicio. Como en las series de Netflix, un mal episodio puede hacernos dudar de toda la temporada. Este fenómeno se explica por el efecto de la novedad y por el sesgo de negatividad. El cliente no es irracional. Es humano. Y como tal, guarda en la memoria lo que perturba su expectativa. Esto no significa que debamos evitar las encuestas. Significa que debemos repensarlas. Y para eso, conviene volver a Jean Piaget.
Piaget y la crisis cognitiva del cliente insatisfecho
Piaget, padre de la epistemología genética, mostró que el conocimiento no es una simple acumulación de datos, sino un proceso dinámico entre lo que esperamos y lo que encontramos. Cuando algo no encaja, el sujeto puede asimilarlo dentro de su esquema mental o bien modificar sus esquemas para acomodarse a la nueva realidad. Esta tensión entre asimilación y acomodación está presente en cada experiencia del cliente. Cuando algo sale mal, no solo se genera una queja. Se genera una microcrisis cognitiva. Y esa crisis se graba. Por eso, responder a una encuesta después de una experiencia negativa puede reforzar esa huella emocional. Si la encuesta no ofrece una vía real de diálogo, si no recoge el matiz, si no permite expresar lo vivido, entonces se convierte en un acto vacío, casi violento.
Métricas sin alma, empresas sin escucha
En este contexto, muchas empresas caen en la trampa de las métricas sin alma. Tienen NPS, tasas de respuesta, dashboards coloridos. Pero no tienen comprensión real de lo que sienten sus clientes. Y lo que es peor, trasladan esa misma lógica a sus equipos internos. Los trabajadores también reciben sus encuestas. También son evaluados con escalas, con índices de felicidad, con KPI de compromiso. ¿Pero qué pasa cuando la encuesta sustituye al vínculo? ¿Qué sucede cuando la métrica reemplaza la conversación?
Escuchar es dejarse afectar: lección desde Valladolid
En Valladolid, Las Casas defendía la dignidad de los pueblos originarios con un argumento que hoy parece revolucionario: escuchar no es interpretar al otro desde tus propios marcos. Escuchar es dejarse afectar. Es permitir que el otro reconfigure tus certezas. En el mundo empresarial, esto significa que una verdadera encuesta no puede ser un formulario prediseñado que confirma lo que ya sabíamos. Debe ser un espacio de transformación. Y para que eso ocurra, necesita contexto, cuidado, y sobre todo, tiempo.
Netflix y el tiempo emocional del juicio
Volvamos a Netflix. Imagina que después de ver un episodio decepcionante, la plataforma te preguntara inmediatamente: ¿cómo calificarías este capítulo? Tal vez le pondrías una estrella. Pero si la misma pregunta llegara dos días después, cuando ya has visto que era un episodio de transición necesario para el desarrollo de la trama, tal vez tu juicio sería distinto. La inmediatez puede distorsionar. La emoción en caliente nubla el análisis. Por eso, las encuestas bien diseñadas deben respetar los ritmos emocionales de la experiencia humana.
Más allá del formulario: crear espacios seguros de expresión
En el terreno de la escucha activa, hay una enseñanza que atraviesa culturas y disciplinas: no todo debe ser dicho de inmediato. Hay palabras que necesitan madurar. Hay frustraciones que solo encuentran su forma cuando se sienten acogidas. En una estrategia de marketing humanista, esto se traduce en crear espacios seguros para que el cliente pueda hablar, no cuando el sistema lo diga, sino cuando él lo necesite. A veces, esto implica dejar de lado la encuesta automatizada para abrir canales de conversación real: llamadas, mensajes personales, seguimientos empáticos. A veces, lo que hace falta no es una nueva herramienta, sino una nueva actitud.
Escuchar sin medir: una apuesta ética
Desde Valladolid, la historia nos enseña que escuchar puede ser un acto político. En un mundo donde todo se mide, atreverse a escuchar sin medir es un gesto de valentía. Es una apuesta por la relación, no por el control. Y esto vale tanto para los clientes como para los colaboradores. En ambos casos, las encuestas solo tienen sentido si están integradas en una cultura de diálogo, no si pretenden sustituirla.
Del dato a la presencia: recuperar la confianza
Cuando una empresa integra esta visión, las encuestas ya no son un trámite, sino una oportunidad. Una oportunidad para aprender, para corregir, para transformar. Pero sobre todo, para construir confianza. Porque la confianza no se gana con promesas ni con gráficos. Se gana con presencia. Con coherencia. Con humildad.
Conclusión: la palabra como semilla
Quizás ha llegado el momento de dejar de ver al cliente como un consumidor que responde a preguntas y empezar a verlo como un interlocutor que espera ser comprendido. Y tal vez también ha llegado el momento de revisar qué hacemos con los datos que recogemos. ¿Los usamos para justificar decisiones ya tomadas? ¿O los dejamos interpelarnos de verdad?
La verdadera innovación en marketing no vendrá de una nueva plataforma de encuestas. Vendrá de una nueva forma de estar en relación. Una forma más humana, más lenta, más simbólica. Una forma que se atreva a recordar que, como en Valladolid, la palabra del otro no es un dato. Es una semilla. Y todo depende de cómo la escuchemos.