Inteligencia Artificial vs. Humana: Por qué la IA No Puede Sustituir la Experiencia del Mundo Real

El uso de la inteligencia artificial avanza rápidamente en Europa, pero ¿puede realmente reemplazar la inteligencia humana? Descubre por qué modelos como ChatGPT y Perplexity siguen siendo limitados frente al aprendizaje humano basado en la experiencia y la interacción social.

COMMUNICATIONVEILLE SOCIALE

Lydie GOYENETCHE

2/7/20255 min leer

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ChatGPT vs Perplexity: ¿Pueden las IA sustituir la inteligencia humana?

El rápido desarrollo de la inteligencia artificial en Europa ha generado un debate sobre su papel en la sociedad y sus límites en comparación con la inteligencia humana. Dos herramientas que representan este avance son ChatGPT y Perplexity AI. Aunque sus objetivos son diferentes –el primero es un modelo conversacional y el segundo un motor de búsqueda con IA– ambos se basan en aprendizaje automático y en el procesamiento del lenguaje natural.

Sin embargo, a pesar de su sofisticación, estas inteligencias no pueden equipararse a la inteligencia humana. Desde la perspectiva de la psicología cognitiva y la teoría del aprendizaje, la forma en que las IA procesan información es fundamentalmente distinta a cómo los seres humanos aprenden, razonan y se comunican. La clave de esta diferencia radica en la experiencia del mundo real y las interacciones sociales, aspectos esenciales en el desarrollo del pensamiento humano que están completamente ausentes en la inteligencia artificial.

Inteligencia artificial vs. inteligencia humana: dos procesos distintos

Las IA actuales, como ChatGPT y Perplexity, utilizan modelos de aprendizaje automático basados en redes neuronales artificiales y grandes volúmenes de datos. ChatGPT funciona a través de modelos de lenguaje generativos (LLM), que predicen la palabra más probable en un contexto determinado basándose en millones de ejemplos de texto. Perplexity AI, por otro lado, combina un modelo de lenguaje con un motor de búsqueda, permitiendo citar fuentes verificables en sus respuestas.

A pesar de su capacidad para procesar información a gran velocidad y generar respuestas coherentes, estas IA no aprenden ni evolucionan de forma autónoma. Sus conocimientos dependen de los datos con los que fueron entrenadas y de las actualizaciones realizadas por sus programadores. No pueden experimentar el mundo, ajustar su conocimiento a nuevas experiencias o desarrollar un pensamiento abstracto basado en la realidad vivida, como lo hace un ser humano.

El psicólogo suizo Jean Piaget, en su teoría del desarrollo cognitivo, describe cómo la inteligencia humana se construye a través de la interacción con el entorno. Desde la infancia, los seres humanos aprenden por ensayo y error, experimentando físicamente con su entorno y adaptando sus esquemas mentales en función de nuevas experiencias. Este proceso de asimilación y acomodación, clave en el aprendizaje humano, está ausente en la IA, que no puede modificar su conocimiento más allá de lo programado.

El lenguaje humano: una construcción basada en la experiencia

Uno de los aspectos más notables de la inteligencia humana es el lenguaje, que no solo sirve como herramienta de comunicación, sino también como un medio de estructuración del pensamiento. Según el psicólogo Lev Vygotski, el lenguaje se desarrolla a través de interacciones sociales y se vincula directamente con la experiencia del individuo. No se trata simplemente de memorizar palabras, sino de otorgarles significado en función del contexto vivido.

El lingüista Noam Chomsky, con su teoría de la gramática generativa, postula que los seres humanos poseen una predisposición innata para el lenguaje, pero su desarrollo está condicionado por la interacción con otras personas y por la realidad en la que se encuentran inmersos. Por ejemplo, un niño que aprende la palabra "fuego" no solo memoriza su definición, sino que percibe su calor, su luz y su peligro, construyendo así un significado basado en la experiencia directa.

Las IA, en cambio, procesan el lenguaje de manera puramente estadística. No interpretan el significado real de una palabra, sino que calculan cuál es la secuencia de palabras más probable en función de los datos con los que han sido entrenadas. No pueden comprender la emoción detrás de un texto, ni interpretar la intención de un hablante en función de su tono de voz o lenguaje corporal.

Un ejemplo claro es el concepto de "duelo". Una IA puede generar un texto sobre el duelo, basándose en definiciones y testimonios recopilados en su base de datos, pero nunca lo ha experimentado. No puede sentir tristeza ni entender la complejidad emocional que rodea una pérdida. Un ser humano, en cambio, comprenderá el duelo desde su propia experiencia personal y podrá interpretar matices emocionales que una IA simplemente no puede captar.

Los límites de la IA en la evaluación de situaciones humanas

Esta diferencia entre la inteligencia artificial y la inteligencia humana plantea importantes desafíos en la aplicación de la IA en ámbitos donde la comprensión del contexto social y emocional es crucial. En los últimos años, la IA ha comenzado a utilizarse en sectores como la contratación de personal, la asistencia jurídica y el apoyo psicológico, pero su falta de experiencia del mundo real limita su capacidad para evaluar situaciones complejas.

En el ámbito laboral, por ejemplo, las IA pueden analizar currículos y detectar palabras clave en función de un perfil ideal, pero no pueden evaluar el lenguaje no verbal de un candidato en una entrevista ni interpretar su capacidad de adaptación a un equipo. En la mediación de conflictos, un modelo de IA puede analizar correos electrónicos y detectar patrones de tensión en el lenguaje escrito, pero no puede comprender el tono de una conversación, la postura corporal o la historia de relaciones entre las partes involucradas.

Este problema es aún más evidente en el apoyo emocional y psicológico. Aunque existen chatbots diseñados para brindar apoyo a personas en crisis, la IA no puede experimentar empatía real. Un ser humano que brinda apoyo emocional no solo escucha palabras, sino que también percibe emociones, interpreta silencios y ajusta su respuesta en función de su experiencia previa y su intuición. Un chatbot, por el contrario, solo puede proporcionar respuestas predefinidas, sin una comprensión genuina de la situación del interlocutor.

Conclusión: ¿puede la IA reemplazar la inteligencia humana?

Si bien la inteligencia artificial ha demostrado ser una herramienta poderosa para automatizar tareas, analizar datos y mejorar la eficiencia en numerosos sectores, sigue siendo profundamente limitada en comparación con la inteligencia humana.

A diferencia de los seres humanos, las IA no tienen experiencia del mundo, conciencia de sí mismas ni capacidad de adaptación real. Su conocimiento se basa en datos preexistentes y no pueden modificar su comprensión a partir de nuevas vivencias. Su procesamiento del lenguaje es puramente probabilístico, sin una comprensión real del significado de las palabras ni de la emoción detrás de ellas.

El futuro de la IA no debe enfocarse en reemplazar la inteligencia humana, sino en complementarla. La clave estará en utilizar la IA como una herramienta de apoyo, siempre bajo la supervisión y el juicio crítico de los seres humanos. La verdadera inteligencia no se limita a la capacidad de procesar datos, sino que implica discernimiento, creatividad y comprensión del mundo a través de la experiencia vivida.

En última instancia, la IA es una innovación poderosa, pero la esencia de la inteligencia humana sigue siendo insustituible.