La comunicación se convierte en el motor de su desempeño: branding

Descubre cómo construir una estrategia de branding empresarial coherente, diferenciar tu marca en el mercado y fortalecer la imagen de tu empresa a través de tus empleados. Claves, ejemplos y cifras para alinear comunicación, posicionamiento y redes sociales en B2B y B2G.

COMMUNICATION

Lydie GOYENETCHE

7/29/202415 min leer

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¿Qué es realmente el branding y por qué importa en Madrid… y más allá?

En pleno corazón de Madrid, donde confluyen la actividad comercial de la Gran Vía, los despachos profesionales de Chamartín y los talleres creativos de Malasaña, la palabra branding se repite como un mantra. Algunos la asocian al diseño gráfico, otros la confunden con el marketing, y unos cuantos más la desestiman como un anglicismo innecesario. Pero en realidad, el branding —también conocido como construcción de marca, gestión estratégica de identidad corporativa o incluso posicionamiento emocional— es la columna vertebral de cualquier empresa que aspira a perdurar.

Porque no se trata solo de crear un logo atractivo o elegir una paleta de colores. El branding implica definir la esencia de tu empresa, el relato que quieres contar y la forma en que deseas que te perciban tus clientes, socios y empleados. Es la suma de tu promesa de valor, tu reputación en línea (reputación digital), tu tono de voz, tu coherencia visual y emocional. En definitiva: el branding es la personalidad pública de tu organización.

Marca, identidad y percepción: el triángulo clave

Hablemos con precisión. La marca (tu nombre comercial, tu razón social, tu historia fundacional) es el punto de partida. Pero sin una estrategia de comunicación clara —una comunicación corporativa sólida que integre canales internos y externos—, esa marca no se convierte en imagen de marca. Es decir, la forma en que otros te perciben.

Lo que tú dices no siempre es lo que el otro escucha. De ahí la importancia de una estrategia integral que contemple la narrativa empresarial, los símbolos visuales, el contenido digital, las redes sociales y la interacción directa con los públicos. Porque la marca vive no solo en lo que emites, sino en lo que interpretan.

Branding personal: entre la coherencia radical y la autopromoción

¿Y si la marca eres tú? El personal branding (marca personal) es hoy más que una tendencia: es una herramienta real de diferenciación. Desde profesionales autónomos hasta CEOs de grandes corporaciones, todos proyectan una identidad pública que influye en su entorno.

Tomemos dos ejemplos. Elon Musk, el magnate de la tecnología, cultiva una imagen disruptiva, audaz, incluso impredecible. Su identidad digital está cuidadosamente trabajada a través de redes como X (ex-Twitter), entrevistas y gestos simbólicos. Es branding personal de alto impacto.

A otro nivel, Simone Weil, filósofa y mística francesa, dejó una huella profunda sin intención promocional. Su coherencia entre pensamiento, vida y obra ha generado una marca simbólica que inspira a generaciones. Su nombre se ha convertido en símbolo de autenticidad intelectual y compromiso ético, lo que muestra que el branding también puede ser silencioso y duradero.

Hoy en día, desde un coach emocional en Lavapiés hasta una ceramista en Vallecas, muchos profesionales construyen una marca personal no solo para ser visibles, sino para transmitir confianza, valores y estilo.

Branding empresarial: más allá del marketing tradicional

Cuando hablamos de marca corporativa, no basta con pensar en campañas publicitarias o flyers. El branding empresarial requiere una visión estratégica que conecte la cultura interna con la proyección externa. Incluye aspectos como:

  • La identidad visual corporativa: logotipo, tipografías, colores institucionales.

  • El discurso de marca: cómo se presentan los productos o servicios.

  • El tono comunicativo: formal, cercano, innovador, sobrio…

  • La experiencia del cliente (customer experience), tanto online como física.

  • La gestión de la reputación online en plataformas como Google My Business, LinkedIn o Instagram.

Empresas madrileñas tan distintas como una cafetería de autor en Malasaña o una consultora tecnológica en Castellana pueden y deben construir un universo coherente que refleje su ADN. Eso es branding. Y sí tiene un impacto directo en las ventas, en la fidelización y en la atracción de talento.

Para comunicar bien, primero tienes que saber quién eres: tu marca personal

Construcción de marca: el punto de partida de toda comunicación profesional

Antes de diseñar una estrategia de comunicación, antes incluso de pensar en logotipos, redes sociales o eslóganes, hay una pregunta que todo profesional debería hacerse: ¿quién soy yo y qué quiero proyectar? Esta reflexión inicial es la base de lo que en marketing se denomina marca personal o branding personal.

No se trata solo de una cuestión estética o de presencia digital, sino de una construcción estratégica de identidad: tu forma de expresarte, los valores que defiendes, tu manera de liderar y de tomar decisiones. Todo eso compone tu narrativa profesional, y sin ella, cualquier esfuerzo de comunicación corporativa será superficial o incoherente.

¿Qué pasa cuando la empresa y la persona son una sola marca?

En el caso de muchas pequeñas y medianas empresas, especialmente en fases iniciales, la identidad del proyecto se confunde con la del fundador. Esto tiene ventajas evidentes: refuerza la autenticidad, facilita la comunicación emocional y permite decisiones ágiles. Según Edelman (2023), un 62 % de los consumidores europeos confían más en marcas que muestran una conexión clara entre los valores del líder y la misión empresarial. Pero también existen riesgos. Cuando todo depende de una sola persona, la escalabilidad se ve limitada y cualquier error reputacional puede afectar a toda la estructura. De hecho, un 47 % de los consumidores afirman que dejarían de comprar un producto si el fundador se ve involucrado en una polémica, incluso si el producto no está directamente implicado. Aquí es donde la estrategia de branding empresarial debe tomar el relevo y evolucionar más allá de la figura del emprendedor.

Posicionarse frente a un empleador: visibilidad, coherencia y propuesta de valor

La marca personal no solo es relevante para quienes dirigen empresas. También es fundamental para quienes buscan empleo o desarrollan una carrera profesional dentro de una organización. Comunicar de forma eficaz ante un empleador implica más que redactar un buen currículum. Significa transmitir una propuesta de valor clara, auténtica y coherente en todos los canales: entrevistas, redes profesionales, correos electrónicos, recomendaciones. Según LinkedIn (2022), el 71 % de los reclutadores europeos ha descartado candidatos debido a incoherencias entre su presentación formal y su huella digital. Esto demuestra que la reputación online, la identidad profesional y la comunicación personal están más interconectadas que nunca.

Marca personal y liderazgo dentro de una empresa

Desarrollar una marca personal sólida también tiene un impacto directo en la cultura interna de las organizaciones. Las personas que comunican con claridad quiénes son, qué representan y qué estilo de trabajo practican, se convierten con frecuencia en referentes dentro de sus equipos. Liderar no es imponer, sino inspirar y transmitir con coherencia. Una marca personal alineada con los valores de la empresa fortalece la confianza, mejora la circulación de la información y multiplica el impacto de las decisiones. Además, posiciona al profesional como un referente interno, con mayor proyección en procesos de promoción o movilidad.

Compromiso asociativo: una marca personal al servicio de un bien común

En el contexto de asociaciones, ONG o colectivos ciudadanos, la marca personal adquiere una dimensión más ética y relacional. No basta con destacar o ser visible. Lo importante es generar confianza, encarnar los valores colectivos y contribuir con humildad a un proyecto común. Aquí, el branding personal se construye más desde la presencia constante, la coherencia emocional y la escucha activa que desde la autopromoción. Una marca personal fuerte en este ámbito no es necesariamente la más ruidosa, sino la más creíble y la más coherente con la misión del grupo.

Emprender con identidad: cuando tu historia personal se convierte en tu primer activo

Finalmente, para quienes se lanzan a emprender, la marca personal es el capital inicial más importante. Antes de tener productos, clientes o página web, lo que existe es una historia, una motivación y una visión. Construir una identidad clara, diferenciadora y auténtica permite abrir puertas, atraer colaboraciones e inspirar confianza incluso en fases muy tempranas del proyecto. Según el Global Entrepreneurship Monitor, el 58 % de los emprendedores que consiguen financiación en etapas iniciales lo hacen gracias a su red personal y a su capacidad de comunicar una visión convincente. En este caso, trabajar la marca personal no es una opción: es una necesidad estratégica.

Identidad primero, comunicación después

No se puede construir una comunicación potente sin identidad clara. La marca personal no es un accesorio, ni un capricho de las redes sociales. Es una herramienta de posicionamiento, de diferenciación y de confianza. Cuando se trabaja con autenticidad, permite comunicar con fuerza, generar impacto y abrir caminos sostenibles en cualquier entorno profesional: desde una multinacional hasta una asociación de barrio.

Crear una empresa no es solo extender tu identidad: es construir un proyecto colectivo

Si estás pensando en emprender, probablemente ya tengas una visión, una motivación interna y una forma muy tuya de hacer las cosas. Puede que incluso ya tengas seguidores, clientes iniciales o una comunidad que confía en ti como persona. Pero si imaginas un futuro donde tu empresa crezca, incorpore empleados, proveedores o socios estratégicos, entonces necesitas dar un paso más. Es imprescindible que tu proyecto tenga una identidad propia, distinta de la tuya. En otras palabras, el branding de tu empresa no puede ser una simple prolongación de tu marca personal.

Esta separación no es una cuestión de estética ni de orgullo. Es una necesidad organizativa, relacional y estratégica. Mientras que la marca personal se construye en torno a tu biografía, tus valores y tu forma de comunicar, la marca empresarial responde a una lógica colectiva: debe integrar voces diversas, adaptarse a distintos públicos y sostenerse incluso en tu ausencia. Según el estudio de Harvard Business Review “Why Founders Need to Step Back” (2021), el 74 % de las startups que fracasan en su etapa de crecimiento lo hacen por no haber logrado desvincular la cultura de la empresa de la personalidad del fundador. Es decir, cuando todo gira en torno a una sola persona, el sistema se vuelve frágil, dependiente y emocionalmente inestable.

La sociología organizacional explica muy bien este fenómeno. En sus primeras etapas, las empresas operan bajo lo que algunos autores llaman el modelo “carismático”, en referencia a Max Weber: una figura central concentra la visión, el liderazgo, la comunicación y la toma de decisiones. Pero a medida que la empresa crece, este modelo debe dar paso a un modelo “institucional”, donde la autoridad no emana del individuo, sino de la estructura, de los procesos, de la legitimidad construida colectivamente. En otras palabras, el carisma deja paso a la cultura. Y eso solo puede sostenerse si el branding se ha profesionalizado.

Entramos entonces en un nuevo territorio: el de la comunicación organizacional. Ya no basta con ser claro, auténtico o emocionalmente coherente. Ahora hay que diseñar protocolos, definir una identidad gráfica coherente, segmentar los mensajes, establecer una narrativa corporativa y asegurar una presencia multicanal adaptada a cada tipo de público. Aquí comienza lo que los expertos llaman el social marketing: una forma de comunicación estratégica que no solo busca vender, sino generar vínculos sociales duraderos, construir confianza e influir en el comportamiento colectivo.

A diferencia del marketing clásico, centrado en el producto, el social marketing se enfoca en las relaciones. Implica diseñar mensajes que hablen a distintos tipos de públicos —clientes, empleados, comunidad local, aliados estratégicos— y que sean coherentes con la identidad de la marca. Una investigación del International Journal of Nonprofit and Voluntary Sector Marketing muestra que las empresas con una estrategia de social marketing bien definida tienen un 38 % más de fidelidad entre sus clientes y un 53 % más de satisfacción interna en sus equipos. Esto confirma lo que muchas ciencias sociales ya habían demostrado: que el sentimiento de pertenencia y la claridad narrativa son motores fundamentales del compromiso, tanto externo como interno.

Si tu empresa es percibida como una prolongación de ti, quizás inspires admiración o confianza en ciertos contextos. Pero si tu empresa tiene una voz propia, una estética propia, un lenguaje compartido, entonces puedes delegar, crecer, formar equipos, abrirte a nuevas culturas o regiones sin perder coherencia. La comunicación deja de ser un reflejo de tu personalidad y se convierte en un espacio relacional que conecta, traduce y sostiene el propósito de tu marca.

Profesionalizar la comunicación no significa volverla fría o artificial. Significa construir un lenguaje colectivo, una estética compartida, una arquitectura simbólica capaz de sostener tu empresa más allá de ti mismo. Es el paso necesario para pasar del proyecto personal al proyecto social, del liderazgo por inspiración al liderazgo por cultura. Y es aquí donde comienza verdaderamente el branding empresarial.

El branding empresarial debe reflejar la propuesta de valor y diferenciarse dentro de su mercado

Para que una estrategia de comunicación tenga sentido, es fundamental que el branding de la empresa no sea una simple extensión del estilo personal de quien la dirige, sino que exprese de manera clara y coherente la propuesta de valor concreta que esa organización aporta a su mercado. En otras palabras, el branding no debe centrarse en lo que uno quiere decir sobre sí mismo, sino en lo que el cliente necesita comprender y recordar de forma sencilla y duradera. Lo que cuenta no es solo lo que haces, sino cómo lo haces, por qué lo haces así, y en qué medida eso representa una alternativa relevante frente a otras opciones existentes.

El mercado actual, en casi todos los sectores, está saturado de ofertas que pueden parecer similares en la superficie. Sin embargo, desde el punto de vista del consumidor, la diferencia entre una marca y otra no se reduce únicamente al producto o al precio. Lo que genera confianza y fidelidad es una identidad clara, una manera de hacer que encaje con sus propios valores, y una imagen de marca que inspire continuidad, transparencia y sentido. Según un estudio de McKinsey publicado en 2022, las marcas que consiguen posicionarse con claridad y coherencia en su sector aumentan su capacidad de retención de clientes en un 33 % y su tasa de conversión en un 2,5 veces más que aquellas cuya identidad resulta ambigua.

Una herramienta útil para trabajar esta diferenciación es el mapa de posicionamiento estratégico, que permite visualizar la ubicación de cada actor en función de dos ejes relevantes: por ejemplo, el nivel de precio (de accesible a alto) y la calidad percibida (de estándar a especializada), aunque también podrían elegirse otras variables como el enfoque local frente al global, o la innovación frente a la tradición. Este ejercicio permite no solo saber dónde se encuentra una empresa hoy, sino también detectar áreas saturadas, zonas poco ocupadas o incluso espacios de oportunidad aún no explotados.

En el caso de Euskal Conseil, por ejemplo, su posicionamiento no se construye a partir de una ruptura radical con otras agencias ni desde la pretensión de cubrir todos los frentes. Más bien se basa en una búsqueda de coherencia entre tres elementos: la cercanía al territorio vasco, la combinación de estrategia y comunicación con un enfoque humano, y una voluntad de acompañar a pequeñas y medianas organizaciones que desean avanzar sin perder su identidad. En un ecosistema donde conviven agencias generalistas muy profesionalizadas, herramientas automatizadas y soluciones especializadas por sectores, Euskal Conseil intenta aportar una visión modulable, accesible y realista, sin prometer resultados milagrosos, pero sí una relación basada en la escucha, el sentido y la continuidad.

Ese enfoque, aunque discreto, define un estilo de marca propio. Porque el branding no consiste en ocupar todo el espacio posible, sino en crear un lugar desde el cual dialogar con el cliente ideal. No se trata de llamar la atención de todos, sino de ser fácilmente reconocible para aquellos con quienes se comparte una visión de fondo. Esa es, en el fondo, la verdadera ventaja competitiva: poder articular lo que se hace, con quién se hace, y para qué se hace, sin ruido innecesario.

Una imagen de marca coherente —construida paso a paso y adaptada al mercado en el que se inscribe— permite no solo diferenciarse, sino también construir relaciones estables y duraderas. Y eso, en el tiempo, genera un valor que va mucho más allá de lo estético o lo superficial.

Branding empresarial, marca empleadora y posicionamiento de las personas dentro del proyecto

A medida que una empresa crece y su comunicación se profesionaliza, el branding deja de ser un ejercicio centrado en la fachada externa y se convierte en un reflejo de su estructura interna. La marca empresarial no puede sostenerse de forma creíble si no existe una coherencia mínima entre lo que se comunica hacia afuera y lo que se vive hacia adentro. Esta alineación es lo que da origen al concepto de marca empleadora (employer branding): la forma en que una organización se posiciona como lugar de trabajo, ante sus propios empleados y ante el talento que desea atraer.

La marca empleadora no es una estrategia secundaria ni un apéndice de los recursos humanos. Es, en realidad, una de las dimensiones más sensibles del branding global. Cuando una empresa comunica ciertos valores públicamente —cercanía, agilidad, sostenibilidad, innovación, por ejemplo— pero su cultura interna está marcada por la desorganización, el silencio o la desconfianza, esa disonancia se filtra tarde o temprano en la percepción externa. En una era de transparencia digital, donde las opiniones de los empleados circulan libremente en redes profesionales o portales de empleo, la imagen interna se convierte en parte inseparable de la imagen de marca.

Desde la sociología de las organizaciones, esta coherencia entre imagen interna e imagen externa se denomina simetría relacional. Significa que los mensajes que se dirigen al mercado no contradicen los que se viven dentro de la empresa. Y esta simetría, cuando se logra, tiene un efecto directo sobre la confianza, tanto en el cliente como en el colaborador. Según un informe de Gallup (2023), las empresas en las que los empleados perciben una alineación fuerte entre el discurso corporativo y la experiencia interna presentan un 41 % más de compromiso, un 17 % menos de rotación y un 21 % más de productividad promedio por persona.

En este contexto, el posicionamiento de los propios empleados se vuelve fundamental. No basta con diseñar una marca desde la dirección: esa marca debe ser habitada por las personas que la hacen posible. Cada gesto, cada interacción, cada decisión cotidiana contribuye a reforzar —o debilitar— la identidad de marca. Cuando un trabajador atiende con empatía, cuando un técnico resuelve una incidencia con paciencia, cuando un equipo cumple una promesa, está encarnando los valores de la empresa. El branding, entonces, se convierte en una experiencia vivida, no solo comunicada.

Por eso, construir una marca sólida requiere una cultura organizacional consciente. Significa ofrecer espacios de expresión, reconocer los aportes individuales, formar en los códigos simbólicos de la marca y, sobre todo, abrir canales para que la identidad se nutra desde abajo. La mejor comunicación externa nace de un clima interno saludable. Y una marca empleadora fuerte no se impone: se construye desde el ejemplo, la escucha y la coherencia.

La capacidad de atraer y retener talento está directamente ligada a esta dimensión. En mercados altamente competitivos, los profesionales cualificados no solo buscan un salario justo, sino también pertenecer a un proyecto con sentido. La marca empleadora, cuando está bien construida, actúa como un faro: no solo comunica una propuesta de valor al cliente, sino también una promesa de dignidad, crecimiento y participación al equipo.

Por eso, el branding empresarial no puede limitarse a una estrategia de marketing. Es también una política de confianza. Y en esa política, cada persona cuenta.

Conclusión: tu branding comienza por los rostros que te representan

Una marca no es solo un logotipo, un eslogan o una promesa. En el mundo actual, cada vez más interconectado, una marca se encarna primero en las personas que la representan, en los rostros visibles que componen la empresa y transmiten su identidad a través de sus acciones, sus palabras y su presencia digital. En este sentido, el branding empresarial se juega también —y a menudo primero— en los perfiles individuales, especialmente en redes profesionales como LinkedIn.

Cuando un empleado habla con convicción de su trabajo, cuando comparte contenido alineado con los valores de la empresa, cuando se muestra orgulloso de pertenecer a un proyecto concreto, está contribuyendo activamente a la construcción de la marca corporativa. Esta sinergia entre marca personal conectada y marca empleadora genera un efecto de confianza, de autenticidad y de legitimidad difícil de conseguir con campañas tradicionales. En sectores como el B2B (business to business) o el B2G (business to government), donde las decisiones se toman tras procesos largos y relacionales, esta dimensión humana y relacional es clave.

Según datos de LinkedIn Business (2023), los contenidos compartidos por empleados tienen un 561 % más de alcance que los publicados directamente por las páginas de empresa. Además, el 78 % de los responsables de compras B2B reconocen que están más dispuestos a iniciar una conversación cuando descubren una empresa a través de las publicaciones de sus colaboradores. Esta forma de visibilidad se llama social selling: vender sin vender, generar relaciones a través de la presencia coherente y de la credibilidad compartida.

Por todo ello, en Euskal Conseil proponemos un acompañamiento a medida en branding relacional, que permite a las empresas fortalecer su presencia digital no solo a través de canales institucionales, sino también mediante el posicionamiento de sus propios equipos. Ofrecemos sesiones de formación individual o colectiva para ayudar a los colaboradores a optimizar su perfil en LinkedIn, expresar su propuesta de valor personal en coherencia con la misión de la empresa, y publicar de forma estratégica sin perder autenticidad. Esta estrategia beneficia a todos: al empleado, que gana visibilidad y confianza profesional; a la empresa, que amplifica su voz con credibilidad; y al cliente o al socio público, que encuentra un proyecto donde las personas y los valores están alineados.

El branding, en su forma más profunda, no es una vitrina: es una relación. Y cuando esa relación se construye desde los rostros concretos que dan vida al proyecto, entonces deja de ser una promesa abstracta para convertirse en una experiencia compartida.