La economía circular y solidaria: una nueva vida para los territorios en un mundo globalizado

Descubra cómo la economía circular y la economía social y solidaria están transformando nuestros territorios fortaleciendo su resiliencia, al tiempo que reducen la dependencia de la globalización. Una estrategia sostenible para el futuro.

VEILLE ECONOMIQUE

LYDIE GOYENETCHE

11/2/20243 min leer

La economía circular y solidaria: repensar el territorio en un mundo globalizado

Bien, seamos honestos. Todos hemos escuchado estos grandes discursos sobre la globalización y sus deslumbrantes promesas: más opciones, productos más baratos, conexiones a escala planetaria. Pero al querer globalizarlo todo, a veces hemos olvidado lo esencial: nuestro territorio, nuestros recursos y nuestras necesidades locales. Por eso hoy vamos a hacernos una verdadera pregunta: ¿y si repensamos todo, empezando por lo que tenemos delante de las narices?

Por qué la economía circular está en auge

La economía circular es un poco como ese viejo mantra de “nada se pierde, nada se crea, todo se transforma”. La idea es sencilla: en lugar de producir, consumir y tirar, nos centramos en reutilizar, reparar y reciclar. Pero ojo, esto no es sólo una tendencia ecológica de moda. Es una respuesta concreta a problemas muy reales: el agotamiento de los recursos naturales, el aumento de los residuos y la dependencia económica de circuitos de producción distantes.

En un territorio específico, adoptar una estrategia de economía circular puede cambiar las reglas del juego. Tomemos un ejemplo: una región agrícola. En lugar de quemar residuos de cultivos o exportarlos a precios bajos, ¿por qué no transformarlos en abono o biometano? Los residuos se convierten en un recurso local, útil para toda la comunidad. Al integrar modelos de economía circular, los actores locales reducen su huella ecológica y al mismo tiempo fortalecen su autonomía energética.

La economía social y solidaria: devolver a las personas al centro del sistema

¿Y si fuéramos aún más lejos? Porque reciclar es bueno, pero hacerlo mientras se crean empleos locales es aún mejor. Aquí es donde entra en juego la economía social y solidaria (EES). Este modelo pone a las personas en primer lugar: cooperativas, asociaciones, empresas de integración... el objetivo es doble: satisfacer las necesidades locales y al mismo tiempo aportar soluciones concretas a las desigualdades sociales.

Imagina una empresa que recoge ropa usada en tu ciudad. Los repara, los revaloriza y los revende a bajo precio. Pero además, emplea a personas en dificultades para llevar a cabo esta misión. Es beneficioso para todos: reducimos el desperdicio textil y restauramos el poder adquisitivo y la dignidad de quienes lo necesitan. Este enfoque ilustra perfectamente la compatibilidad entre la economía circular y la ESS, creando así un círculo virtuoso entre innovación, inclusión y sostenibilidad.

La globalización, esta doble espada

Esto nos lleva a otro punto crucial: la globalización. No vamos a mentir, tiene sus lados buenos. ¿Te encanta pedir productos exóticos online? Gracias globalización. Pero a fuerza de deslocalizar, de buscar el menor coste a toda costa, hemos creado una desconexión total entre producción y consumo. Y cuando los circuitos de suministro fallan: ¡hola, crisis sanitaria! – nos damos cuenta de hasta qué punto esta dependencia nos debilita.

¿Deberíamos tirar la globalización a la basura? Por supuesto que no. Pero hay que encontrar un equilibrio. Promover nuestros recursos locales, responder a nuestras necesidades inmediatas y seguir aprovechando las oportunidades globales. Esto no es un paso atrás, es una evolución estratégica. La economía circular juega un papel clave aquí: al optimizar los recursos locales, ayuda a reducir esta dependencia y al mismo tiempo construye un sistema económico más resiliente.

La economía circular en la acción local

Más allá de conceptos, es hora de hablar de acciones concretas. Las iniciativas locales están floreciendo, lo que demuestra que la economía circular se puede aplicar a diario. Tomemos el ejemplo del País Vasco: asociaciones como EHKOlektiboa o plataformas como arrapitz.eus reúnen a los agentes locales en torno a una agricultura ecológica, local y respetuosa con los principios de la economía circular. Estas iniciativas ilustran cómo las redes locales pueden transformar un territorio en un modelo de sostenibilidad, al tiempo que fortalecen el tejido social.

Conclusión: y ahora, ¿qué hacemos?

Dejamos de hablar y actuamos. La transición hacia una economía más local, circular e inclusiva no es un lujo, es una necesidad. Para las empresas, esto significa revisar sus modelos de negocio. Para los territorios, es una oportunidad para fortalecer su resiliencia. Y para nosotros, los ciudadanos, es un llamado a repensar nuestro consumo.

Entonces, ¿estás listo para asumir el desafío? Porque, seamos sinceros, el futuro es de quien sabe adaptarse. ¿Y si fuéramos parte de ello? Al centrarnos en la economía circular, podemos crear un futuro más equilibrado, más justo y, sobre todo, sostenible.