Francia: Un Enfoque de RSE para una Transición Alimentaria Local
Descubre cómo los Proyectos Alimentarios Territoriales en Francia buscan transformar la alimentación local a través de la sostenibilidad y la responsabilidad social, frente a los retos de la gran distribución y los circuitos cortos. Son los retos de la RSE!
VEILLE SOCIALE
Lydie GOYENETCHE
11/1/20243 min leer


Los Proyectos Alimentarios Territoriales: ¿y si comiéramos de manera diferente?
En un mundo donde la procedencia de nuestros alimentos se ha convertido en una cuestión central, los Proyectos Alimentarios Territoriales (PAT) aparecen como iniciativas llenas de promesas. Diseñados para acercar a los productores y consumidores al tiempo que fomentan una agricultura sostenible, estos proyectos suelen presentarse como palancas de transformación económica y social. Pero, ¿qué tan efectivos son realmente? ¿Cómo influyen los hábitos alimenticios de los hogares franceses—y la gran distribución—en su éxito? Exploremos juntos estas cuestiones a través del ejemplo del País Vasco en Francia.
PAT: ¿qué son exactamente?
Imagina un proyecto local que busque recrear el vínculo entre la agricultura y tu mesa. Eso es exactamente el propósito de los Proyectos Alimentarios Territoriales. Lanzados en 2014, estos proyectos tienen como objetivos:
Impulsar los circuitos cortos, es decir, reducir los intermediarios entre los productores y los consumidores.
Fomentar una agricultura respetuosa con el medio ambiente y los recursos locales.
Ofrecer una alimentación saludable y accesible para todas las clases sociales.
Sensibilizar a los ciudadanos sobre el impacto de su consumo en la economía y la ecología.
Cada territorio establece sus prioridades: en el País Vasco francés, el énfasis está en relocalizar el abastecimiento alimentario para reducir la dependencia de las importaciones. Pero, ¿basta esto para cambiar nuestros hábitos?
El País Vasco: entre tradición y dependencia de la gran distribución
El País Vasco es conocido por su rico terroir y sus productos de calidad, pero la realidad de las cifras pone de manifiesto una brecha importante entre la producción local y el consumo de los hogares. Esto es lo que observamos:
Hogares dependientes de la gran distribución
El 62 % de las compras alimentarias en el País Vasco francés se realizan en la gran distribución, frente al 60 % de media nacional. Los circuitos cortos, por su parte, solo representan el 1,7 % de las compras.
Los productos frescos, a menudo más caros y menos accesibles, pierden terreno frente a los productos transformados, prácticos pero generalmente poco locales.
Una producción local en tensión
Aunque el territorio sobresale en ciertas cadenas (lácteos, carne bovina), es deficiente en frutas, verduras y cereales, lo que obliga a importar masivamente para satisfacer la demanda.
Los productos destinados a la exportación (AOP Ossau-Iraty, Pimiento de Espelette) reducen la cantidad disponible para el consumo local.
El panorama es claro: si el País Vasco francés quiere reforzar su soberanía alimentaria, será necesario equilibrar mejor la oferta y la demanda.
¿Y si reguláramos la gran distribución?
La gran distribución (GMS) desempeña un papel central en la alimentación de los franceses, pero su dominio plantea interrogantes. ¿Limitar su implantación en ciertos territorios podría haber sido una solución? Aquí los argumentos a favor y en contra.
Limitar la GMS: ¿una idea revolucionaria?
Ventajas:
Frenar el establecimiento de grandes superficies liberaría espacio económico para los circuitos cortos y los comercios de proximidad.
Reducir las importaciones favorecería los productos locales, disminuyendo así la huella de carbono.
Los centros urbanos, a menudo desiertos, podrían revitalizarse en torno a una oferta alimentaria diferenciada.
Desventajas:
Las leyes francesas y europeas protegen la libertad de establecimiento comercial, lo que hace difícil implementar tal regulación.
En las zonas rurales, la GMS garantiza el acceso a una oferta diversificada y a precios competitivos.
Los impuestos y empleos generados por la gran distribución representan un importante desafío económico para las colectividades locales.
Alternativas a una prohibición radical
Establecer cuotas de abastecimiento local: Obligar a las grandes superficies a incluir un porcentaje mínimo de productos de la agricultura local.
Gravar más a las grandes enseñas: Utilizar estos impuestos para financiar proyectos locales, como plataformas logísticas para circuitos cortos.
Fomentar circuitos paralelos: Desarrollar AMAPs, mercados de productores o puntos de venta colectivos.
Cambiar las mentalidades: el papel de los hogares
Los PAT no pueden funcionar sin una evolución en los hábitos alimenticios. Aquí algunas pistas:
Mejor educación: Sensibilizar sobre los beneficios de los productos locales y de temporada, tanto ecológicos como nutricionales.
Reducir el desperdicio: Cada francés desecha 30 kg de alimentos al año. Aprovechar mejor lo que compramos permitiría destinar más presupuesto a productos de calidad.
Priorizar lo local: Incluso en la gran distribución, elegir productos del territorio es un primer paso.
Conclusión: hacia una transición alimentaria justa y local
Los Proyectos Alimentarios Territoriales son una gran idea, pero su impacto está aún por concretarse. El ejemplo del País Vasco francés muestra que la transición alimentaria requiere más que una simple voluntad política: necesita una movilización colectiva, una mayor financiación y una concienciación ciudadana. Entre desafíos locales y retos globales, es hora de reconciliar lo que producimos con lo que consumimos. Porque, al fin y al cabo, comer es un acto económico, ecológico y... ¡político!