Responsabilidad Social y Economía Social: RSE CSR ESS impacto real
El Petit Príncipe explora la RSE, la CSR, la RSC y la ESS con ojos sinceros: un viaje sensible entre normas, inclusión y responsabilidad real. Que hay detras des estas palabras?
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LYDIE GOYENETCHE
2/11/20257 min leer


El Petit Príncipe y los mundos de la responsabilidad: un viaje entre la RSE, la RSC, el CSR y la ESS
En su planeta B-612, el Petit Príncipe regaba su rosa, limpiaba sus volcanes y miraba las puestas de sol con melancolía. Un día, oyó hablar de planetas lejanos donde las grandes personas hablaban de algo llamado Responsabilidad Social Empresarial (RSE), otras veces de Responsabilidad Social Corporativa (RSC), o de CSR en planetas anglosajones, y hasta de Economía Social y Solidaria (ESS). Intrigado por tantas palabras, decidió emprender un nuevo viaje para entender qué significan realmente todos estos conceptos.
Con sus preguntas sencillas pero esenciales —“¿A quién sirve esto?”, “¿Quién cuida a quién?”, “¿Es esto una relación o una estrategia?”— el Petit Príncipe visita una a una las galaxias normativas, regulatorias y comerciales donde se discute de ISO 26000, de auditorías ambientales, de reportes no financieros y de impacto social.
Pero detrás de las métricas y de los discursos, él busca otra cosa. Algo que no se ve con los ojos. Porque como le dijo una vez su amigo el zorro: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Este artículo es el relato de ese viaje: un recorrido crítico y sereno por las lógicas de la RSE contemporánea, a través de la mirada clara y desarmante del Petit Príncipe.
Primera parada: La Planeta de la RSC
Responsabilidad Social Corporativa, o el arte de parecer responsable
El Petit Príncipe aterrizó en una gran planeta llena de edificios de cristal y oficinas con nombres muy largos. Allí, todo el mundo hablaba de RSC – Responsabilidad Social Corporativa. Las grandes personas estaban muy ocupadas redactando informes, diseñando presentaciones en PowerPoint y midiendo su huella de carbono con gráficos de colores.
—¿Qué hacéis aquí? —preguntó el Petit Príncipe a un ejecutivo con corbata verde.
—Medimos nuestro compromiso social. Esta semana hemos plantado árboles, la próxima publicamos nuestro informe de sostenibilidad.
—¿Y conoces a los trabajadores que cosechan el algodón de vuestras camisetas? —preguntó el Petit Príncipe.
—No, pero tenemos una auditoría externa con sello de calidad.
El Petit Príncipe frunció el ceño. No se trataba de saber si había un sello, sino si había alguien a quien cuidar. Le vino a la mente una frase del zorro: “Te haces responsable para siempre de lo que has domesticado.”
En este planeta, la RSC parecía una gran vitrina: normas internacionales como ISO 26000, informes de sostenibilidad, auditorías ambientales, políticas de diversidad, y muchas palabras correctas. Pero el Petit Príncipe notó que los ojos de los directivos no brillaban cuando hablaban de sus empleados, y que los consumidores eran tratados como gráficos de marketing, no como personas.
🎓 Análisis profesional:
La Responsabilidad Social Corporativa (RSC), tal como se practica en muchas grandes empresas, está fuertemente influenciada por un enfoque regulador y reputacional. Su objetivo es alinear la empresa con los marcos normativos (como la ISO 26000 o los ODS) y mejorar su imagen de marca, especialmente frente a inversores o instituciones públicas.
Aunque puede generar impactos positivos (reducción de emisiones, informes de transparencia, inversión social), la RSC corre el riesgo de quedarse en la superficie si no se conecta con un compromiso real. Se habla mucho de auditorías, pero poco de relaciones.
El planeta de la RSC es un planeta bien organizado, con indicadores y métricas... pero a veces, olvida la rosa.
🌕 Segunda parada: El Planeta CSR
Corporate Social Responsibility: cuando la ética se convierte en marketing
El Petit Príncipe llegó a un planeta brillante, moderno, lleno de pantallas gigantes y campañas publicitarias con eslóganes como “Save the Planet” y “We care”. Aquí no se hablaba de RSC sino de CSR – Corporate Social Responsibility. Las grandes empresas competían por ver cuál era la más “verde”, la más “diversa”, la más “ética”.
En una tienda, vio una chaqueta colgada bajo un cartel que decía:
“Don’t buy this jacket.”
—Pero… ¿para qué la exponéis si no queréis que la compren? —preguntó el Petit Príncipe.
—Es de Patagonia —dijo el vendedor—. Es una marca con branding ético. Ellos quieren que consumas menos, pero que les elijas a ellos si compras.
—Ah… ¿Y a quién cuida esta chaqueta? ¿A los trabajadores que la cosieron? ¿A los que recogen la lana?
Más tarde, el Petit Príncipe vio una fábrica con coches eléctricos. Un cartel enorme decía:
“Zero emissions. 100% innovation.”
Era Tesla. Aquí, la CSR en Estados Unidos no venía de las leyes, sino del mercado y de los consumidores responsables. Las empresas hacían lo correcto no porque alguien lo ordenara, sino porque eso vendía mejor.
El Petit Príncipe pensó en su rosa. Ella no se vendía. No tenía eslóganes. Solo le pedía agua y atención.
🎓 Análisis profesional:
La Corporate Social Responsibility en el contexto estadounidense se basa en una lógica de reputación empresarial y diferenciación competitiva. No responde tanto a normativas legales como en Europa, sino a la presión de los consumidores y de los inversores éticos.
Empresas como Patagonia o Tesla son líderes en el uso del branding emocional y el marketing de valores. Sus estrategias apelan a la conciencia social y ecológica de sus clientes, con campañas disruptivas y narrativas fuertes.
Este enfoque tiene un gran potencial transformador, pero plantea también riesgos: el de caer en el greenwashing, o de sustituir el compromiso real por una imagen. Como diría el zorro: “No se ve bien sino con el corazón.”
🌑 Tercera parada: El planeta RSE
Responsabilidad Social Empresarial en Francia: la norma sin el alma
El Petit Príncipe aterrizó sobre un planeta cuadrado, ordenado, lleno de carpetas de informes, decretos y casillas por marcar. Aquí, las grandes personas no hablaban de CSR ni de RSC, sino de RSE – Responsabilidad Social Empresarial. Lo decían con acento francés, y lo escribían en documentos firmados por directivos serios.
En la entrada de una empresa, un cartel decía:
“Conforme a la ley Pacte, cumplimos con los indicadores de sostenibilidad.”
El Petit Príncipe se acercó a una mujer que clasificaba hojas en una carpeta azul:
—¿Qué haces?
—Estoy preparando el informe extra-financiero. Hay que demostrar que cumplimos con los criterios medioambientales y de gobernanza.
—¿Y los trabajadores? ¿Cómo están hoy?
—Eso… eso no entra en este indicador.
Más tarde, leyó en un archivo digital:
“83 % de las empresas comprometidas en RSE actúan sobre el medio ambiente.”
Pero al buscar la palabra “inclusión”, encontró solo un párrafo. Y cuando preguntó por las personas con discapacidad, por la igualdad profesional entre mujeres y hombres, o por los salarios invisibles, las respuestas fueron vagas.
—¿Y vuestra rosa? —preguntó el Petit Príncipe.
—¿Qué rosa?
🎓 Análisis profesional:
En Francia, la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) está estructurada por un marco legal sólido: la ley Grenelle, la ley Pacte, y la obligación de presentar informes no financieros para muchas empresas.
Este modelo tiene el mérito de sistematizar la rendición de cuentas, especialmente en materia medioambiental (emisiones de CO₂, gestión de residuos, energía). Sin embargo, la dimensión social queda a menudo en segundo plano, especialmente en lo que respecta a la inclusión laboral, la igualdad profesional, o el empleo de personas con discapacidad.
Las empresas francesas tienden a cumplir lo que se exige, pero con motivación extrínseca (como diría Deci & Ryan), sin necesariamente integrar la sostenibilidad social en su ADN. Esto genera a veces una disonancia cognitiva, donde se habla mucho de compromiso, pero se actúa poco en los hechos.
En esta planeta, la ISO 26000 está citada, pero no siempre vivida. Y el bien común se escribe más que se cultiva.
💫 Cuarta parada: El planeta de la ESS
Economía Social y Solidaria: cuando la utilidad es invisible a los ojos
El Petit Príncipe llegó a un planeta muy diferente. No brillaba tanto como los anteriores. No había carteles ni eslóganes. El suelo era de tierra, las casas pequeñas, y en las plazas se oían risas mezcladas con discusiones sobre presupuestos, calendarios y necesidades del barrio.
Aquí no hablaban de CSR ni de RSC. Tampoco de cumplimiento ni de reputación.
Hablaban de algo más difícil de medir: la Economía Social y Solidaria (ESS).
Una mujer con las manos manchadas de harina lo saludó.
—¿Qué haces? —preguntó el Petit Príncipe.
—Amaso pan para el comedor social. Mañana toca turno en la cooperativa de reciclaje.
—¿Y quién te paga?
—Nadie nos paga realmente… Pero todos comemos, y nadie se queda atrás.
El Petit Príncipe se quedó en silencio. Algo en su pecho se movió.
Luego vio un cartel escrito a mano:
“Aquí no se busca lucro. Se busca sentido.”
Visitó cooperativas, asociaciones, fundaciones.
En cada una, las personas hablaban con el mismo brillo en los ojos que tenía el zorro cuando decía “domesticar es crear lazos.”
No había métricas perfectas, ni auditorías certificadas, ni sellos verdes. Pero había una presencia, una ternura que no se encontraba en las otras planetas.
—¿Y vuestras normas? —preguntó.
—La nuestra es sencilla: la utilidad social primero.
—¿Y vuestra gobernanza?
—Decidimos juntos. A veces cuesta. Pero aprendemos.
El Petit Príncipe pensó entonces en su rosa, que nadie más compraba.
Nadie la certificaba. Nadie la ponía en los informes.
Y sin embargo, era única.
🎓 Análisis profesional:
La Economía Social y Solidaria (ESS) se basa en principios distintos de los de la economía capitalista tradicional. Aquí, la finalidad no lucrativa, la utilidad social, la gobernanza participativa y la reinversión en la misión sustituyen al beneficio financiero como objetivo central.
Las cooperativas, mutuales, asociaciones y algunas empresas sociales forman parte de este ecosistema donde el impacto social se mide en vínculos humanos más que en dividendos.
El modelo tiene desafíos: fragilidad financiera, dependencia de subvenciones, falta de visibilidad frente a las grandes empresas. Pero ofrece una respuesta viva y concreta a los retos de inclusión, empleo digno, sostenibilidad relacional y sentido del trabajo.
En este planeta, la rosa no se vende. Se cuida.

